Sunday, March 10, 2013

Vistazos tempraneros

Varias semanas sin aparecerme por aquí, pero no por ello sin dejar de rodar.
Cuánto llevo rodando "la mosca", siete u ocho años? Sin contar aquel par de ocasiones que la rodé hace unos lejanos veinte años! Y aún con eso, creo que hay rincones y pasajes que siempre se descubren y van cambiando de igual manera que nuestros cabellos con el tiempo o las arrugas con el paso de experiencias... he aquí algunos de esos "parajes":


Algunos la identificarán a primera vista, y les dolerán los muslos, o en el mejor de los casos, sonreirán al recordar aquella ocasión en que la treparon sin detenerse, aunque eso si, resoplando y jalando aire al terminar la teprada. No son mas de 30 metros, creo yo, pero se sienten como quinientos. Después de haber rodado algo así como la mitad de la longitud de esta ruta emblemática pasaste las primeras subidillas, cruzaste el "puente pérez", pasaste por el "descanso" del plano que te permite desviarte por lo que seria media mosca, te topas de lleno con esta vista; aprietas los dientes, aferras el manubrio, y en ultimo jalón de aire empujas el trasero para arrancar y tratar de superar la trepada... ya si la completas o resbalas o te trabas en una piedra o una raíz  ya no importa por igual terminarás abrumado, quizás sofocado, jadeante y con el ánimo de haber disfrutado de nuevo el llegar ahí y seguir un poco más...

Luego, que tal este tipo de vistas? si, aún con las cicatrices del incendio de la primavera pasada, a pesar del dolor, la vida viene abriéndose paso, las nuevas generaciones de árboles, de matorrales, de suelos reinician sus ciclos y poco a poco van cubriendo de verde los bordes de la brecha.


Y seguí mi camino de esa mañana. Enfile al ángel  o la subida "tendiditas" como algunos la conocen, y ahí me detuve unos segundos cuando me sorprendió esta vista que les comparto, quizás la cámara no capta el esplendor completo de un sol difuminado, un viento fresco, rozando lo frío que me llegaba de frente, el susurro de las hojas, como cuchicheando entre ellas. Por eso me detuve, aparte de agarrar un poco de aire y de secarme las gotas de sudor con el dorso de mi enguantada mano. Disfruté esos tonos ocres que más que sequedad me inspiraron tranquilidad y sensibilidad de un bosque que va madurando, aceptando la visita de muchos de nosotros que lo buscamos con ansia para balancear nuestra ajetreada vida citadina con estos momentos de esfuerzo en paz, aunque bueno, algunos otros que vienen con la ignorancia de un noctambulo en el tianguis del sol...


En fin, continué mi rodada de ese día y me fui acercando a de nuevo a mi ciudad, pero me tomé una foto en algún momento, la cual refleja sencillamente lo que durante esa travesía quise aprender y lo que quise dejar a mi bosque... un agradecimiento, una dicha por vivir unos minutos junto a él y recorrerlo, con el afán de saber que crucé, y que simplemente, no dejé huella, como lo haría mi sombra sobre el sendero al pasar...


Ro






 

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