Sunday, June 9, 2013

Algo de historia

Excelente la rodada de este fin de semana. Sumada con lo recorrido durante la semana, ya fuera rumbo al trabajo, atendiendo pendientes o haciendo ejercicio en vistas de mejorar mis recorridos en general. Últimamente me han preguntado “¿desde cuando ruedas?” “¿Qué hizo que te gustara el ciclismo de montaña?” 

Y contestando en el momento me he sentido a gusto con mi respuesta, y a la vez me ha hecho sacar de mis bancos de memoria recuerdos de hace muchos, muchos años. Como cuando no siquiera sabia como cambiar la cámara de la llanta cuando se ponchaba… es mas, ¡no sabia lo que era una cámara de llanta de bici! Recuerdo que rodaba en una bicicleta de ruta, color como naranja u ocre. ¡Ja!, ni siquiera recuerdo si la amarraba, encadenaba, guardaba en algún lugar, pero estando en prepa me parece haberla utilizado alguna vez para ir a la escuela… no era mi transporte cotidiano. Je, je, je… recuerdo alguna vez rodando por Mariano Otero a la altura de plaza del sol, en que yo muy pro, quise dar vuelta a la derecha para tomar una avenida con un amplio camellón en el centro… la curva me gano y fui a pegar al camellón ese y ¡bendito!, había pasto en donde aparatosamente aterrice. Pero el dolor fue nada en comparación del golpe al ego, al mirar justo enfrente a una decena de personas esperando el camión que sonreían al haberles hecho la mañana con un espectáculo circense inesperado, con maromas y piruetas incluidas. Recogí mi maltrecho orgullo, y continúe mi camino, como dije, físicamente yo, y mecánicamente mi bici, pudimos rodar… pero no recuerdo otra toma mental con esa bici… ¿la habré arrumbado en el cuarto de tiliches luego de aquella penosa representación?

Luego llego una poderosa bicicleta Bimex , creo que de las primeras bicicletas de montaña en aparecer por estos lares, mi papá me la regaló, creo.  Según mis neblinosos cálculos fue en 1989 o1990 cuando la utilice algunas veces, y me llegan “flechazos de memoria” de un par de veces que la habría utilizado para ir mi casa a la universidad. Y de repente me llegan otros lejanos recuerdos de haber rodado en bicicleta cruzando la ciudad para atender algún pendiente… era muy “extremo”, porque me exprimía físicamente en una sola rodada, lo que me empujaba a no tomar la bicicleta durante semanas o meses… así de maltrecho quedaba. Por ahí recuerdo un par de intentos al salir de la universidad y haber acompañado a un para de amigos a algún lugar en la bici (no lo sabia en aquel momento, pero fue la Mosca), y recuerdo que bajando del 8 ½ a la postes (no había caseta creo, o estaba abandonada), uno de mis amigos, Hugo se dio un santo madrazo al esquivar un auto que subía… logro levantarse y rodamos de regreso a casa, pero fue el ultimo día que uso su licra, eso si. Luego de eso ya no recuerdo mucho uso de la bicicleta, creo que hubo varios años de sequía… coincidentes con mi primer matrimonio, harina de otro costal. 

Pero luego de esa experiencia, de lo que rescato la paternidad de un joven excepcional e “enjundioso”, fue que la bicicleta regreso a mi vida. Según recuerdo, tuve que vender mi automóvil de aquel entonces por razones que no vienen al caso, y con esa lana, compre por primera vez mi primera propia  bicicleta, una deslumbrante GT de montaña blanco con rojo y vivos negros. Fue esto  en 2004, hace 9 años. Se convirtió en gran medida en mi medio de transporte, mi hijo aún chico, bien se podía acomodar en la silla que compré para este propósito y que tanto nos sirvió para pasear juntos, para llevarlo a su kínder. Esta bicicleta, fue muy urbana, fueron mis pininos en lo que ahora conocemos como “bike conmuting”. Recuerdo que hasta a mis clases de kendo iba yo, con mi espada de madera recorriendo los rumbos de los cubos, providencia, ladrón de Guevara, Plan de San Luis… creo que fue una suerte que nunca me detuviera la policía. Pero bueno, esa GT tuvo más que sólo los avatares urbanos, fue en ella en quien nací al ciclismo de montaña. Con ella recuerdo haber regresado al bosque, luego de la iniciación en la retadora trepada a Bugambilias, la clásica, cuando aún nos permitían llegar hasta el mirador. Con esa bicicleta empecé a aprender realmente del ciclismo, ya supe cambiar la cámara de la llanta, los cambios de velocidad, limpiarla, y hasta aprendí que no todos los negocios de bicicletas saben lo que dicen saber, y son justos en sus precios, sobre todo con los novatos. Recuerdo los domingos en que desde temprano, iba y rodaba la gran Torre 1, la Torre 2, cuando en un solo día rodé Mosca y Toboganes!! Esos días que regresaba a casa y que el cansancio me tumbaba y el dolor de cabeza me mantenía quietecito todo el resto del domingo. Con esa vieja GT, troné mi primer desviador, rompí el cuadro y tuve que decirle adiós, para dar la bienvenida a otra leal, la Java Moka. 

Varias partes de la GT migraron a la Java y continúe luego agregando nuevos componentes y remplazando algunos otros… Mientras iba conociendo a otros locos de las brechas, los Tequilas bike, los Botargas, los de los Reyes, y decenas de otros “no alineados” pero con el común denominador de gozar de esto de las rodadas. Fui extendiendo mi catalogo de rutas, ya no solo podía rodar en el bosque la Primavera, también en Zacoalco, Atemajac de Brizuela y Tapalpa, en Michoacán, en Colima, el Nevado (de Jalisco, por cierto), San Sebastián.

A través de esos años lo que he platicado es relacionado con las rilas, pero igual o mas valioso han sido las vivencias, las amistades nacidas y las querencias, vivir hasta la medula una rodada magna con mi hermosa Sensei Sofi, exprimiendo el cansancio y conociéndonos en las buenas y las malas de una rodada retadora como Transvolcano en las tierras michoacanas. 
Enseñando o mas bien compartiendo este gusto, esta creencia de rodar a mi hijo, desde el parque metropolitano hasta las entrañas de la sierra de Tapalpa y estar ahí para ayudarle a levantarse tras sus primeras visitas a la tierra porosa de la primavera, viéndolo tornar la frustración de una caída en el logro de una rodada completada, con tesoros rasposos, pero tesoros al fin. El asumir una postura ante los demás por el simple hecho de gustar llegar en bici al trabajo, sugiriendo, no imponiendo a los demás este gusto no por moda simplemente, sino por estar convencido de los beneficios que este simple hecho nos trae a cada uno, y a los que nos rodean también. Conocer a tantas personas, entenderme con muchas y desentenderme con otras tantas para simplemente ir nutriendo amistades que el día de hoy forman ya parte de mi acervo, de mi experiencia, de mi vida.

Cuanto se puede extender uno para contestar un par de simples palabras ¿no es así? Y esta historia aun no termina… 

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