Najahuete,
San Miguel, Planillas… más conocidos como las tres torres. Un reto personal,
una meta colectiva. Que si llega antes, que quién hizo menos tiempo, que quién
le gano a quién. Preguntas que para algunos tendrán algún valor, es la inercia
propia del ser humano por comparar y compararse. No niego que es chido eso de
ser el primero, de vencer, se los concedo a mis compañeros ciclistas que
llegaron a la meta antes que muchos de nosotros. Yo, como lo comentaba con otro
colega, me quedo con haberme demostrado de lo que estoy hecho y de qué soy
capaz, independientemente de tiempos, listas y luces.
Querer
describir esta gran experiencia de vida que uno vive durante no sólo ocho horas
y fracción arriba de la bicicleta, y otras tantas en los preparativos, limpiando,
engrasando la bicla el día anterior, en la somnolencia de la víspera de la
travesía y, en esta ocasión, por ser parte del comité organizador, que desde
meses antes estuvieron ideando, planeando, soñando con compartir sus
experiencias, sus gozos, sus descubrimientos personales, sin más afán que
ofrecernos a tantos otros el gusto de rodar por estos parajes que como el buen
Hojas me dijo alguno vez: “la naturaleza
ha estado construyendo este bosque, estos arroyos, estos senderos, desde hace
miles de años, tan sólo para que nosotros podamos gozarlos en este día, en este
momento”.
Ver
a este grupo de conocidos que se han ido convirtiendo en amigos y cómplices
para armar esta locura desde la nada y poder llegar a ser lo que ha sido esta
edición del reto de las Tres Torres, me ha demostrado la valía de creer que
podemos llegar a regresar ese poco a esta naturaleza que tanto nos da, a cada
rodada. Por eso, en pocas palabras…
Najahuete, la Torre 2, es el inicio del reto, en
donde uno parece oler la adrenalina de todos los que vamos rodando, primero a
toda velocidad por la “congeladora” para luego atacar la primera trepada y ver
como la serpiente de colores se convierte en varios escarabajos, conformados
por grupos de ciclistas que van agrupándose inconscientemente, dándose el apoyo
y motivándose todavía con los vítores y los gritos de la arrancada…
Luego
el Cerro de San Miguel, base de la Torre tres, es difícil de convencer que nos
conceda el triunfo de coronar su cima, el esfuerzo es mayúsculo y las fuerzas
flaquean al ir subiendo por su cuesta, pero al final vamos llegando de uno en
uno, de a dos, de a tres, en hilera, pero arremetiendo con la voluntad casi
convertida en terquedad y orgullo por poder seguir adelante.
Finalmente
Planillas, nombre genérico quizás, pero uno más contemporáneo y que en la
cronología pudiera ser resultado de esos debates de inicios del siglo pasado
con la revolución y la reforma agraria, en donde la repartición de tierras
desmembró los cimientos de mi bosque, de nuestro bosque. Pero aun así, para
llegar a Planillas y rascar la Torre uno, es necesario sacar fuerza de lugares
que ni siquiera uno mismo conoce y es cuando nos descubrimos hablándole a
nuestro propio ser, haciéndonos uno con nuestro espíritu y acompañar a nuestra
alma mientras jalamos a nuestros músculos cansados, luego de ochenta y tantos
kilómetros de recorrido y más de siete horas de constante pedaleo, muchos de
ellos cuesta arriba.
Pero
aquí vamos, y esta vez lo puedo decir con todo el gusto y el derecho… rodé las
Tres Torres, y luego de rodar, estoy feliz.
Ro
No comments:
Post a Comment