Excelente
la rodada de este fin de semana. Sumada con lo recorrido durante la semana, ya
fuera rumbo al trabajo, atendiendo pendientes o haciendo ejercicio en vistas de
mejorar mis recorridos en general. Últimamente me han preguntado “¿desde cuando
ruedas?” “¿Qué hizo que te gustara el ciclismo de montaña?”
Y
contestando en el momento me he sentido a gusto con mi respuesta, y a la vez me
ha hecho sacar de mis bancos de memoria recuerdos de hace muchos, muchos años.
Como cuando no siquiera sabia como cambiar la cámara de la llanta cuando se
ponchaba… es mas, ¡no sabia lo que era una cámara de llanta de bici! Recuerdo
que rodaba en una bicicleta de ruta, color como naranja u ocre. ¡Ja!, ni
siquiera recuerdo si la amarraba, encadenaba, guardaba en algún lugar, pero
estando en prepa me parece haberla utilizado alguna vez para ir a la escuela…
no era mi transporte cotidiano. Je, je, je… recuerdo alguna vez rodando por
Mariano Otero a la altura de plaza del sol, en que yo muy pro, quise dar vuelta
a la derecha para tomar una avenida con un amplio camellón en el centro… la
curva me gano y fui a pegar al camellón ese y ¡bendito!, había pasto en donde
aparatosamente aterrice. Pero el dolor fue nada en comparación del golpe al
ego, al mirar justo enfrente a una decena de personas esperando el camión que
sonreían al haberles hecho la mañana con un espectáculo circense inesperado,
con maromas y piruetas incluidas. Recogí mi maltrecho orgullo, y continúe mi
camino, como dije, físicamente yo, y mecánicamente mi bici, pudimos rodar… pero
no recuerdo otra toma mental con esa bici… ¿la habré arrumbado en el cuarto de
tiliches luego de aquella penosa representación?
Luego
llego una poderosa bicicleta Bimex , creo que de las primeras bicicletas de
montaña en aparecer por estos lares, mi papá me la regaló, creo. Según
mis neblinosos cálculos fue en 1989 o1990 cuando la utilice algunas veces, y me
llegan “flechazos de memoria” de un par de veces que la habría utilizado para
ir mi casa a la universidad. Y de repente me llegan otros lejanos recuerdos de
haber rodado en bicicleta cruzando la ciudad para atender algún pendiente… era
muy “extremo”, porque me exprimía físicamente en una sola rodada, lo que me
empujaba a no tomar la bicicleta durante semanas o meses… así de maltrecho
quedaba. Por ahí recuerdo un par de intentos al salir de la universidad y haber
acompañado a un para de amigos a algún lugar en la bici (no lo sabia en aquel
momento, pero fue la Mosca), y recuerdo que bajando del 8 ½ a la postes (no
había caseta creo, o estaba abandonada), uno de mis amigos, Hugo se dio un santo
madrazo al esquivar un auto que subía… logro levantarse y rodamos de regreso a
casa, pero fue el ultimo día que uso su licra, eso si. Luego de eso ya no
recuerdo mucho uso de la bicicleta, creo que hubo varios años de sequía…
coincidentes con mi primer matrimonio, harina de otro costal.
Pero
luego de esa experiencia, de lo que rescato la paternidad de un joven
excepcional e “enjundioso”, fue que la bicicleta regreso a mi vida. Según
recuerdo, tuve que vender mi automóvil de aquel entonces por razones que no
vienen al caso, y con esa lana, compre por primera vez mi primera propia
bicicleta, una deslumbrante GT de montaña blanco con rojo y vivos negros. Fue
esto en 2004, hace 9 años. Se convirtió en gran medida en mi medio de
transporte, mi hijo aún chico, bien se podía acomodar en la silla que compré
para este propósito y que tanto nos sirvió para pasear juntos, para llevarlo a
su kínder. Esta bicicleta, fue muy urbana, fueron mis pininos en lo que ahora
conocemos como “bike conmuting”. Recuerdo que hasta a mis clases de kendo iba
yo, con mi espada de madera recorriendo los rumbos de los cubos, providencia,
ladrón de Guevara, Plan de San Luis… creo que fue una suerte que nunca me
detuviera la policía. Pero bueno, esa GT tuvo más que sólo los avatares
urbanos, fue en ella en quien nací al ciclismo de montaña. Con ella recuerdo
haber regresado al bosque, luego de la iniciación en la retadora trepada a
Bugambilias, la clásica, cuando aún nos permitían llegar hasta el mirador. Con
esa bicicleta empecé a aprender realmente del ciclismo, ya supe cambiar la
cámara de la llanta, los cambios de velocidad, limpiarla, y hasta aprendí que
no todos los negocios de bicicletas saben lo que dicen saber, y son justos en
sus precios, sobre todo con los novatos. Recuerdo los domingos en que desde
temprano, iba y rodaba la gran Torre 1, la Torre 2, cuando en un solo día rodé
Mosca y Toboganes!! Esos días que regresaba a casa y que el cansancio me
tumbaba y el dolor de cabeza me mantenía quietecito todo el resto del domingo. Con
esa vieja GT, troné mi primer desviador, rompí el cuadro y tuve que decirle
adiós, para dar la bienvenida a otra leal, la Java Moka.
Varias
partes de la GT migraron a la Java y continúe luego agregando nuevos
componentes y remplazando algunos otros… Mientras iba conociendo a otros locos
de las brechas, los Tequilas bike, los Botargas, los de los Reyes, y decenas de
otros “no alineados” pero con el común denominador de gozar de esto de las
rodadas. Fui extendiendo mi catalogo de rutas, ya no solo podía rodar en el
bosque la Primavera, también en Zacoalco, Atemajac de Brizuela y Tapalpa, en
Michoacán, en Colima, el Nevado (de Jalisco, por cierto), San Sebastián.
A
través de esos años lo que he platicado es relacionado con las rilas, pero
igual o mas valioso han sido las vivencias, las amistades nacidas y las
querencias, vivir hasta la medula una rodada magna con mi hermosa Sensei Sofi,
exprimiendo el cansancio y conociéndonos en las buenas y las malas de una
rodada retadora como Transvolcano en las tierras michoacanas.
Enseñando o mas
bien compartiendo este gusto, esta creencia de rodar a mi hijo, desde el parque
metropolitano hasta las entrañas de la sierra de Tapalpa y estar ahí para
ayudarle a levantarse tras sus primeras visitas a la tierra porosa de la
primavera, viéndolo tornar la frustración de una caída en el logro de una
rodada completada, con tesoros rasposos, pero tesoros al fin. El asumir una
postura ante los demás por el simple hecho de gustar llegar en bici al trabajo,
sugiriendo, no imponiendo a los demás este gusto no por moda simplemente, sino
por estar convencido de los beneficios que este simple hecho nos trae a cada
uno, y a los que nos rodean también. Conocer a tantas personas, entenderme con
muchas y desentenderme con otras tantas para simplemente ir nutriendo amistades
que el día de hoy forman ya parte de mi acervo, de mi experiencia, de mi vida.
Cuanto
se puede extender uno para contestar un par de simples palabras ¿no es así? Y
esta historia aun no termina…
Muy bien Ro una buena historia de buena influencia
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