Hace unas semanas que no rodaba hacia la cima de
“Bugas”, ahora si, junto con el sol me asome a las calles del sur de la ciudad
y paso gustoso sobre el tráfico de la Av. Lopez Mateos que ya empezaba a verse
saturada de todos mis congéneres que habitualmente enfilan sus automóviles en
ese ritual a la urbe y el desarrollo mal entendido.
Sigo pedaleando y empiezo a poner atención al tren que
circula por mi mente y me trae pensamientos mientras levanto la vista y diviso allá,
un poco mas arriba y adelante, las antenas en el cerro del Palomar, y un poco
mas a la derecha, la oculta cima a donde tanto ciclistas como caminantes y
corredores llegamos cuando decidimos elevarnos por unos minutos por encima de
la rutina y los pendientes cotidianos.
Uno de esos pensamientos recurrentes es el que produce
en mí una sonrisa, al verme ahí en lugar de seguir dormido en casa. El haber
logrado superar esos 3 minutos de batallar con pensamientos como “mañana”, “estas
cansado”, “no te desgastes…” en fin, aquí voy y sigo pedaleando.
Paso por la primera caseta al pie de la cuesta hacia la segunda sección
y saludo al guardia, hago un leve cambio en la velocidad, para aligerar el
torque pero inicio un pedaleo un tanto más rápido, voy tomando la primera
trepada y recuerdo tantas veces que la he rodado, cuantas otras acompañado por
buenos amigos, por algunos que apenas se iniciaban en esta faena de rodar a las
montañas. Cuantos de ellos hemos seguido rodando otras tantas colinas, otros
tantos llanos, otras tantas sierras. Otros y otras que ya hace rato que no veo
por aquí. Recuerdo sus rostros, algunos expresando la sorpresa de encontrar que
rodar es sudar, otros con el orgullo desbordante, buscando demostrarse mas a si
mismos que a nosotros que podían continuar subiendo, otros como con cara de consternación,
como fue posible que les hayan convencido de venir a sufrir.
Sufrir, que concepto tan ambiguo. Yo hace rato que descubrí
que sufrir es una opción, el esfuerzo puede cansar, quizás hasta doler, pero de
ahí a sufrir hay mucha diferencia. El sufrimiento no es necesario mientras vas
rodando, el sufrimiento, creo yo, es un fardo que el humano invento para
sabotearse así mismo. Si rodar conllevara sufrir, para que hacerlo? Y así como
rodar, cualquier otra cosa… yo no vine a sufrir a esta vida, sino a ser feliz.
Por eso ruedo, porque eso me lleva a ser feliz. Es un esfuerzo, es un dejar
comodidades a veces, y a sacarme de mi confort. Y así como rodando me descubro
mas capaz de lo que creía, así cuando en la rutina, en lo cotidiano, en la
oficina, en la familia, me recuerdo a dar más de lo creo que soy capaz, me
encuentro disfrutando más mi día, más con los que me rodean, más conmigo mismo….
Sigo subiendo y me topo con la segunda caseta, ya en
la segunda sección de Bugambilias, tomo la curva y me dirijo hacia la terracería,
pero antes me encuentro con una “porra” no esperada, un grito de aliento que no
se escucha pero se siente, un simple ademán de un conductor de su camioneta que
va hacia la ciudad, y que viéndome tomar la curva, aminora la velocidad de su
auto hasta detenerse y con su mano y una sonrisa me cede el paso, ni tiempo de
descansar la subida, me “amarro” al manubrio y me levanto en los pedales para
acelerar y pasar, soltando mi mano derecha unos segundos para regresar el
saludo y mi agradecimiento. Sin quererlo, este animador, me impulso a no bajar
mi ritmo y seguir mi camino hacia la cima de Bugas….
El amanecer en Guadalajara visto desde Bugambilias. |
No comments:
Post a Comment