Allá a lo
lejos esta la ciudad. Que tranquila se ve desde este punto ya dentro del
bosque. Estamos a unos 2,000 msnm, el aire es fresco, con jirones fríos que se
cuelan entre los arboles. Ese frío que se siente mientras tomamos un respiro
luego de alguna buena trepada en esta ruta “sencilla”. Aquí arriba colisiona
alguna corriente tempranera que viene del oriente, impulsada por el calor del
solecito que ya despunta mas allá… por el cerro de la Reina en Tonalá y el
frescor matutino que exhala el propio bosque después de una fría noche. El
resultado son estos jirones que ya les comentaba, rachas de viento que se
cuelan por las mangas del jersey, o entre los cristales de mis lentes y el buff
que me cubre la boca y la nariz. Pero no es una sensación incomoda, ni mucho
menos, es el sentir de la vida, de estiramiento del espíritu y un jaloncillo de
la misma mañana para continuar la rodada.
Así es como enderezamos
las bicicletas, oteamos otra vez a la ciudad que ya se va despertando y que nos
regala una vista algo hipócrita… jeje, ¿Por qué? Porque no deja ver la nata de contaminación
que ya la empieza a envolver y que se ha convertido en una incomoda compañera
para la mayoría y muy peligrosa para no pocas personas. Aquí en la toma,
poniendo atención se ven los “pivotitos” que son los edificios que con
arrogancia buscan sobresalir de la mancha urbana y se convierten en esa especie
de animales que se estiran lo mas posible para asomar sus narices por encima
del vaho toxico y el ruido ensordecedor de su desordenado y disparejo crecimiento
y absorber algo de aire puro y la tranquilidad de antaño.
Y así
retomamos ruta de nuevo, queda el regreso que, luego de haber pagado el
esfuerzo de las trepadas, de los escalones rocosos del sudor que se va
enfriando en la mañana dentro del bosque nos arrebata la respiración y una que
otra caloría, ahora vamos hacia abajo, surcando entre los arboles y
trastabillando con alguna raíz o piedra bien acomodada (pareciera que de noche,
gnomos o duendes salieran de sus escondrijos para colocar obstáculos en el centímetro
exacto para que nuestras ruedas se encuentren con ellas en el momento justo).
Así y con
todo y los encuentros cercanos con las ramas, resbalones inoportunos y
acercamientos a las paredes que bordean algunos de los tramos del regreso, aun con
eso, regresamos completos y con mínimos rasguños, aunque eso si, recargados de energía
para iniciar un nuevo día en esta, no tan gran ciudad!
Ro