Pocas experiencias humanas guardan tanta sencillez y a
la vez magnificencia como el rodar en la montaña. Para muestra basten las
siguientes imágenes…
Un recodo en el camino. Un simple momento dentro de la rodada cuando el día apenas inicia. Una esquina entre el valle y las colinas, un sendero que se ensancha y se convierte en camino ancho, flanqueado por árboles que extienden su sombra y nos recuerdan que el invierno se cierne ya y no tarda en cubrirnos con su manto de frescor.
Un puente que esta ahí desde hace más años de los que
yo recuerdo. No sé exactamente si la ruta llegó cuando el puente, o fue el
puente el que llegó a la ruta. Creo que ahora pocos nos damos cuenta de lo
especial de este puente, tan sencillo, tan corto y aún así sea uno de los elementos clave
de la ruta más emblemática en el bosque la Primavera. Forma parte intrínseca de
“la Mosca”. Cruzarlo montado en la bici no lleva más de 2 segundos, pero
decidirse a hacerlo está más allá del tiempo. Por eso, las más de las veces lo cruzamos a
pie.
Un
descanso en el camino. No sólo para recuperar el aire, no sólo para tomar un
refrigerio. Cuando realmente amas al bosque, estos momentos son rituales de
agradecimiento. Son momentos en los que recordamos que somos invitados
simplemente. No somos más que el bosque, no somos los que mandan en la ruta. Somos
los que descubrimos el camino que el mismo bosque ha permitido que descubramos.
Somos los afortunados depositarios de su grandeza y su belleza. Somos una mota
de polvo de estrella en un universo más allá de lo que podemos abarcar.
Por ultimo, un par de invitados en ese día,
disfrutando de este regalo que siempre esta ahí, pero que sólo en algunos
momentos nos damos el tiempo de disfrutar.
Rodando en una mañana, cuando estamos ahí, descubrimos
la maravilla de vivir, descubrimos la humildad de ser humano.
Ro
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