Salir a rodar en mi bicicleta, es una forma diferente de moverme, se convierte también en lo que dirían “mi declaración al mundo” de que existen otras formas, otros medios. Pareciera que pudiera convertirme en el instructor, pero creo que es todo lo contrario. Sigo recibiendo yo las lecciones que mi bicicleta ofrece, al mismo tiempo que se convierte en lo que algún amigo por aquí diría es “un estilo de vida”.
El otro día salí y rodé por mi bosque, imágenes aquí dejo algunas, pero son solo retazos de la belleza del camino, del gusto por sentir mis manos guiando mi bici y dejándose llevar por ella. Iba escuchando lo que parecía un inusual silencio en el bosque, pero seguramente era solo que mi propio oído tenía el síndrome de abstinencia luego de ser bombardeado a diario por los absurdos sonidos de la ciudad. Ese ruido que nos distrae y nos aturde, como lo hacen las solases canciones juveniles con nuestros adolescentes que en su miedo de crecer prefieren aturdirse en sonidos que no les dejan oírse a sí mismos.Acá sobre las ruedas hay que aprender a dejar de escuchar los ruidos y poner atención a los sonidos, sentir el cambio del terreno al escuchar el cambio de tono de la llanta cuando pasas de terreno “duro” a un suave banco de arena, o cuando fijándote en la rama que esquivas de tu cabeza, escuchas el crujir de otra rama bajo tu llanta y tienes que compensar el equilibrio.
Pequeñas lecciones de vida que es cuestión aplicar y hacer silencio en tu mente para cruzar el puente de madera viendo únicamente el metro y medio adelante y no preocuparte por los dos metros abajo. Dejar que la bici encuentre su camino en esa empinada bajada en lugar de ser uno quien quiere forzar la bajada, al final el trabajo en equipo será el que nos libre de una caída y sus consecuentes raspadas…
Felicidades amigo, muy bonito. Carmen
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