Salir a rodar en mi bicicleta, es una forma diferente de moverme, se convierte también en lo que dirían “mi declaración al mundo” de que existen otras formas, otros medios. Pareciera que pudiera convertirme en el instructor, pero creo que es todo lo contrario. Sigo recibiendo yo las lecciones que mi bicicleta ofrece, al mismo tiempo que se convierte en lo que algún amigo por aquí diría es “un estilo de vida”.
El otro día salí y rodé por mi bosque, imágenes aquí dejo algunas, pero son solo retazos de la belleza del camino, del gusto por sentir mis manos guiando mi bici y dejándose llevar por ella. Iba escuchando lo que parecía un inusual silencio en el bosque, pero seguramente era solo que mi propio oído tenía el síndrome de abstinencia luego de ser bombardeado a diario por los absurdos sonidos de la ciudad. Ese ruido que nos distrae y nos aturde, como lo hacen las solases canciones juveniles con nuestros adolescentes que en su miedo de crecer prefieren aturdirse en sonidos que no les dejan oírse a sí mismos.
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